Refugio Bayt, el lugar donde se abrazan las culturas
Artículo publicado originalmente en social.cat.
"Aquí he hecho nuevos amigos y me siento como en casa", dice el Mohamed, mientras se asoma por la puerta del aula donde acaban las clases de castellano. Tres días a la semana, este joven marroquí de 19 años se dirige a esta casa para recibir clases de idiomas. Es la casa que la Fundación Bayt al-Thaqafa tiene en la calle Princesa, en el centro de Barcelona. La historia del espacio está escrita en sus paredes antiguas y en cada rincón de los pasillos oscuros y laberínticos. La historia de Bayt la escriben, en continuo, todas y cada una de las personas que la habitan. Quieren romper el miedo que arrastra el racismo desde el reconocimiento, el respeto y el aprecio por la cultura árabe.
Como Mohamed, unas 2.500 personas pasan por la fundación a lo largo del año. Es la casa de la cultura árabe, la casa donde se abrazan las culturas, la de las salas polivalentes, la casa laberíntica donde todo el mundo es bienvenido. El recibidor de la entrada ya da buena muestra del grado de acogida del centro. Los bancos distribuidos en forma de u esperan a los recién llegados para que, nada más entrar, puedan sentarse y charlar. Una charla que a veces se alarga toda una mañana o toda una tarde.
"Aquí todo el mundo vuelve", explica Daniel Ibarz, director de la Fundación. Esta es de las entidades más antiguas de todo el Estado español, de las primeras que comenzó a trabajar explícitamente con la población migrante y refugiada. La casa, ubicada en el número 14 de una de las calles más neurálgicas de Barcelona, existe desde el año 1974. Ibarz señala la silla del despacho donde nos reunimos: "Esta silla no la compramos ayer, no sé de dónde habrá salido, pero viene de lejos, ¡seguro! ", exclama.
Ser parte de la comunidad
La decoración, los colores y los muebles te transportan al mundo árabe. Pero, aunque venga de lejos, esta casa no surgió de la nada. Su fundadora, la monja franciscana Teresa Losada, dejó huella en esta fundación. Tanto Losada como las personas que la sucedieron "lo que siempre quisieron conseguir es fomentar un espacio de encuentro, un hogar y, de alguna manera, es lo que han conseguido".
Ser parte de la comunidad y no ser una comunidad que ayuda a sino que está con. Esta es una actitud "que es muy fácil de proclamar, pero llevarlo a la práctica, es mucho más difícil". Es una entidad reconocida por parte del resto de entidades, explica Ibarz, que se muestra satisfecho de poder seguir imprimiendo esta filosofía con fidelidad.
Dejamos atrás el recibidor y, justo delante, dos personas nos saludan, levantando la mirada de las pantallas de los ordenadores. Forman parte de la plantilla y trabajan para fomentar la vivienda para que cada persona, venga de donde venga, pueda encontrar un piso para vivir. "El mercado inmobiliario es muy racista. A las fincas les cuesta mucho alquilar un piso a una persona extranjera", señala Ibarz. Trabajan para fomentar una vivienda contra el racismo.
Ante esta sala-pasillo hay otra sala de orientación laboral para personas con diagnóstico de salud mental. "Aquí se sienten valorados, porque reconocemos las capacidades de resiliencia que tiene la persona migrada".
Continuamos avanzando por el laberinto Bayt. Montse es la primera persona que encuentras cuando deshaces el pasillo y giras a la derecha: ella forma parte del equipo de acogida, y atiende a las personas en cuanto ponen un pie en la entidad. En estos momentos, conversa con una usuaria y pasamos de largo para no molestar.
La seguridad del respeto y el reconocimiento
El objetivo, explican, es ofrecer un lugar de seguridad, un lugar donde no tienes que cumplir unos requisitos para estar allí, puedes compartir espacios, puedes coger wifi. "El único requisito es que respeten los espacios, obviamente. Hemos sido capaces de crear diferentes tipos de vinculación con las personas ", explica Joana Castro, que trabaja en el equipo de comunicación de la entidad.
"Obviamente, si estás en uno de nuestros pisos y recibes una compensación económica, las exigencias serán mucho más altas, pero también hay personas que vienen a la casa y lo único que hacen es utilizar el wifi. En este caso, no hay otra exigencia que respetar los espacios comunes y las personas que hay aquí. Por eso la gente se siente tan a gusto ", reitera Ibarz.
Los trabajadores y trabajadoras de Bayt han intentado que los espacios sean compartidos, incluso los despachos de los profesionales, donde las personas usuarias también entran. El espacio es de todos y todas. "Hay personas que no conocemos. Pero el servicio de acogida se interesa por todo el que llega. Este hecho hace que muchas personas vengan".
La entidad no cierra las puertas a nadie. "Si no tienes papeles también puedes venir. Hay muchas entidades que son de muchísima calidad y que hacen un servicio muy positivo pero que, por ejemplo, si es una entidad que hace formación, sólo puedes acceder a él si tienes NIE. Si no tienes, no".
Aquí sólo queda fuera la gente cuando ya no hay espacio. "Por eso las personas se sienten con derecho de ocupar el espacio, a veces con ¡demasiada confianza!", ríen Ibarz y Castro, y reconocen que a veces han encontrado gente durmiendo en un despacho: "Hay situaciones muy complejas, hemos de actuar con mucho tacto ". De los 150 jóvenes vinculados actualmente a la entidad, 75 o duermen en la calle o en casas ocupas.
La fundación tiene 20 pisos repartidos por todo el territorio: en Sant Vicenç dels Horts, en Sant Andreu de la Barca y en Barcelona. En esta casa del centro barcelonés, las idas y venidas no se detienen. "Abres listas de cursos de castellano por la mañana, y al cabo de diez minutos ya está todo lleno", explica Castro. "Cada cosa que ofreces, siempre se cierra el mismo día. Esto ocurre con muchas otras entidades del sector también. Es un hecho que demuestra que hay mucha necesidad ", reitera Ibarz.
Ibarz aprovecha para hacer un diagnóstico del momento. "La situación de vulnerabilidad que están viviendo las personas actualmente es totalmente extrema: si esta noche tú y yo nos quedamos en la calle a dormir, porque no tenemos un lugar donde ir, no podremos acceder a los albergues porque hay una lista de espera de cinco meses. Esto implica problemas de salud mental, implica inseguridad ", dice Ibarz, quien reconoce que lleva 15 años en el sector social y no había visto tanta necesidad.
Por este motivo, pide "atacar las causas". "Tenemos la sintomatología, ahora tenemos que atacar las causas, pero no hay recursos". Este hecho, asegura Ibarz, les provoca mucha impotencia "porque somos un espacio abierto y amigo pero no podemos dar respuesta a todo el mundo". La administración, reconocen ambos, tampoco puede hacerlo.
Querer a la otra cultura
Los trabajadores y trabajadoras de Bayt estiman la otra cultura, tienen un interés. "Nos seduce conocer al otro, y eso que hace que nuestra actitud hacia la acogida sea muy diferente. Ya no sólo es acompañar al otro sino que queremos hacer inmersión en su cultura porque realmente nos interesa".
Y así lo demuestran el resto de salas, todas con detalles árabes. En una de estas salas se hacen talleres de cocina. De cocina árabe pero también catalana. "El año pasado se cocinó la comida que ofrecimos en un Iftar que organizó el Programa de Jóvenes y que fue abierto al barrio", explica Castro, quien también aclara que el iftar es el fin del ayuno en la época del Ramadán, se hace cuando se pone el sol cada día de Ramadán.
"El nombre de la mona de Pascua viene de la cultura árabe, de una palabra que suena como mouna. Esto evidencia el intercambio de culturas. Los panellets, aunque forman parte de la cultura catalana, también vienen de la cultura árabe", asegura Ibarz.
Cuando llega el Ramadán, por ejemplo, hay personas del equipo que también se suman, aunque sea unos días. La gente que entra en Bayt al-Thaqafa, que quiere decir "Casa en la que conviven diversas culturas", ya entra muy predispuesta y motivada a aprender con y de la cultura árabe. Hay trabajadoras de aquí y de allí.
"Antes aquí venía gente de Marruecos y ahora, en cambio, ha ampliado. Con todo, nos gusta conservar la especialidad árabe, porque nacimos desde una aproximación muy cercana a esta cultura. De hecho, la fundadora estudió semíticas. Aunque atendamos a todos, si hacemos formaciones, principalmente las hacemos sobre el Islam", explica Ibarz.
Estas ganas de conocer al otro, les ha llevado a organizar las jornadas Gatzara, que se celebrarán el próximo mes de junio. "La idea es reconocer todo lo que tenemos en común con esta cultura porque parte de lo que somos hoy viene de la cultura árabe, y lo hemos construido juntos".
Esta es una casa abierta, "para dejarnos empapar, contagiar y aprender del otro", asevera castro. Ofrecer apertura ante la actitud de cierre que impera en buena parte de la sociedad actual.
"Nos hemos dado cuenta de que la gente no es consciente de todas las cosas que ya hemos construido conjuntamente", asegura Ibarz. Como decía la fundadora Losada: "Las culturas no son bloques de hormigón, se enriquecen recíprocamente sin que seamos plenamente conscientes". Para evolucionar quieren crecer pero tienen claro que lo harán sin perder "la esencia Bayt".