“Si no salgo a la calle, no como. No me preocupa el 'corona', me preocupa el pan”
Entrevista de Sílvia Barroso publicada originalmente en totbarcelona.cat.
Un joven extutelado, que vive en un piso okupado, explica los problemas que tiene para poder cumplir el confinamiento | La entidad Bayt al-Thaqafa denuncia que el origen de esta situación es que no tiene permiso de trabajo
Cuando las autoridades ordenan medidas excepcionales masivas como el confinamiento para parar la propagación del coronavirus SARS-CoV-2 y la enfermedad Covid-19, todas las grietas sociales se ensanchan y se hacen más visibles. De la misma manera que los autónomos y las pymes serán las piezas del tejido empresarial que más sufrirán la crisis económica, hay algunos grupos sociales especialmente expuestos. La primera alarma que saltó en Barcelona fue por los sintecho, algunos de los cuales llegaron a ser multados por la policía por saltarse el confinamiento, porque estaban en la calle. Ha sido necesario improvisar un salvaconducto que les evite los excesos policiales y un macroalbergue, muy cuestionado, para intentar apaciguar la polémica.
Pero hay otro gran grupo de ciudadanos vulnerables extremadamente afectados por esta situación: todos los extranjeros que malviven como pueden en la economía sumergida sin permiso de trabajo y que, por tanto, no tienen ni la posibilidad de formar parte de los miles de trabajadores que estarán afectados por un ERTE y no recibirán una prestación con la que suplir el sueldo. Entre estos, hay colectivos como los manteros, pero también están los jóvenes extranjeros extutelados por la Generalitat, muchos de los cuales una vez cumplidos los 18 años se encuentran en la paradoja de tener permiso de residencia, pero no de trabajo.
Es el caso de Mohamed. Tiene 20 años, vive en un piso ocupado de Barcelona con otros tres compañeros en la misma situación y se muestra reticente en cumplir el confinamiento. “Si no salgo a la calle no como. No me preocupa el “corona”, me preocupa el pan. Yo me tengo que buscar la vida”, argumenta.
“No autorizado para trabajar”
Hablamos con él vía videoconferencia y nos acerca una tarjeta a la cámara del móvil. “Mira, mira, que pone: ¡No autorizado para trabajar!”. Es su permiso de residencia. “Estoy aquí desde los 12 años, ahora tengo 20. He hecho muchos cursos. Cursos de cocina, de camarero, de peluquería, ¡de jardinería! “¡Lo que quiero es trabajar!”, exclama.
Mohamed admite que se metió en problemas durante la adolescencia y que, después de haber estado en centros de acogida para menores, tuvo que pasar unos meses en un centro de justicia juvenil. Allá cumplió los 18 años y cuando salió tuvo, durante un tiempo, una ayuda económica para poder reinsertarse. Ahora ya no la tiene. ¿Y, de que vive? “Me busco la vida” dice sin apenas concretar. De vez en cuando trabajo fregando platos o sirviendo mesas, lo que haga falta, en un restaurante marroquí que es de un amigo de mis padres, pero es cuando necesitan un extra, ya que él ya tiene trabajadores contratados”, explica.
“Si quiero comer, me tengo que mover”
Cuando se ordenó el cierre de los restaurantes, hacía ya días que no le llamaban para ningún trabajo, por lo que lleva tres semanas sin ningún ingreso de este trabajo, que es lo más convencional que tiene. Los empleados regularizados de este establecimiento podrán acceder a la prestación por el ERTE que, seguro, el propietario habrá tramitado. Pero Mohamed queda al margen. “Entonces, si quiero comer, me tengo que mover. Muchos compañeros y yo hacemos de intermediarios entre compatriotas nuestros que quieren vender cosas de segunda mano y otros que las quieren comprar, por ejemplo”, detalla un poco más.
Del coronavirus SARS-CoV-2, o “el corona”, como se le llama en el argot de la calle que ya se está generando, dice que sabe que es grave. “Sé que hay mucha gente muriendo. Pero yo no conozco a nadie que tenga esta enfermedad y no sé qué pasará mañana, tengo que pensar en lo que va a pasar hoy”, insiste. Por este mismo motivo, el horizonte de un posible desalojamiento del piso donde vive como okupa le parece una preocupación lejana.
Trámites muy difíciles para conseguir un permiso de trabajo.
“Su problema, y el de muchos jóvenes en sus circunstancias que atendemos, es que, para conseguir pasar el permiso de residencia de no lucrativo, que lo ha de tener porqué estuvo tutelado, a lucrativo, el que permite trabajar, se necesita una oferta de trabajo de un año entero, los trámites pueden durar dos meses, y las empresas no pueden esperar tanto tiempo”. Quien explica este círculo vicioso es Caterina Pons, responsable del programa de apoyo integral a los jóvenes de la fundació Bayt al-Thaqafa, donde se protege a Mohamed”.
Ella también participa en esta conversación y asegura que estos días son especialmente difíciles para poder hacer el seguimiento de estos jóvenes, ya que se ha de hacer por teléfono. “Esperemos que cada vez vayan saliendo menos a la calle, a pesar de que es cierto que están menos confinados de lo que sería recomendable”, admite preocupada.
Campaña extra de reparto de alimentos
Una de las iniciativas de Bayt al-Thagafa para afrontar la situación excepcional que se vive ha sido lanzar una campaña de recogida de donativos para comprar comida y repartirla entre las personas que estos días lo tienen más difícil para conseguirla. Uno de los beneficiarios es Mohamed, que recibió alimentos de esta procedencia en la primera entrega, que se hizo la semana pasada a 145 personas. Aún necesitará buscarse la vida, pero, quizá, podrá evitar una de sus salidas, que le exponen a contagiarse y a una sanción policial…que tampoco podría pagar porque no tiene nada.