Educación para todas las personas, con todas las personas
En un mundo cada vez más globalizado, caracterizado por los flujos de ideas, productos y personas, la diversidad cultural de la sociedad es un fenómeno transversal que se ve también reflejado en las aulas.
¿Qué entendemos por diversidad?
El derecho a la educación, tal como expresa Tarabini (2018) va más allá del acceso a la escuela e implica también el acceso a experiencias escolares satisfactorias. Por tanto, el deber de la institución educativa es trabajar en clave inclusiva para garantizar un aprendizaje pleno para la totalidad del alumnado. La idea de diversidad cultural se construye alrededor de una distinción ontológica entre el grupo al que cada persona se reconoce, del cual se identifican unas características fundamentales, y el resto de grupos, a quien por esencia faltan estos rasgos elementales. De esta forma, es imprescindible repensar de qué manera construimos la noción de “nosotros” y qué impedimentos ponemos como sociedad receptora a esas personas a quien no damos lugar en esta categoría. Si por “alteridad” entendemos a todas esas personas que no se ajustan al ideal normativo, implícitamente se está entendiendo la diversidad como carencia.
La diversidad como problema y la diversidad como mito
En el ámbito educativo, Tarabini (2018) expone que la diversidad puede abordarse desde dos perspectivas, como problema o como mito. En el primer caso, el sujeto de diversidad es únicamente ese alumnado que no se adecua a la norma. El resto se entienden como “normales” y, por tanto, se centra en las dificultades que eso supone. Las acciones se desarrollan en clave integradora, que no inclusiva, y van dirigidas solamente a una parte del alumnado, que se tiene que amoldar a lo que es percibido como ideal. Por otro lado, la diversidad como mito se centra en las virtudes del fenómeno, en sus potencialidades enriquecedoras. Pero hace falta pensar esta noción en clave crítica: ¿Para quién es enriquecedora? ¿Qué riqueza genera? Tal como dice Carbonell (2000), la diversidad no es inherentemente beneficiosa, sino que se necesitan unas condiciones sociales y política para que lo sea.
Así pues, la diversidad no tiene que ser entendida como la finalidad de la educación, sino como medio para lograr el objetivo final, que tiene que ser el de garantizar una igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos y ciudadanas de la sociedad. Un trato equitativo del alumnado, atendiendo a las necesidades individuales con un abanico de recursos y caminos diversos, ha de servir para compensar las desigualdades y que, una vez finalizado su paso por la institución escolar, la totalidad de los y las estudiantes hayan podido adquirir la formación académica y social que les permita incorporarse en el mundo adulto en sus múltiples facetas (laboral, política, asociativa, relacional…). La diversidad cultural no es un obstáculo para la igualdad, pero tampoco puede ser entendida como pretexto para justificar las desigualdades entre las personas, que tienen que poder aspirar al éxito educativo en igualdad de condiciones.
Diversidad en los centros educativos
En cuanto a la gestión de la diversidad por parte de los centros educativos, es importante destacar que la escuela no está aislada del resto de ámbitos de la vida. Por tanto, para abordar la segregación escolar en determinados centros, sobre todo por lo que respecta al porcentaje de alumnado migrado, es indispensable pasar del problema social al problema sociológico. Hace falta preguntarse por qué hay determinados centros con una mayor afluencia de alumnado migrado, analizando la segregación urbana, el precio de la vivienda en la zona y las oportunidades de trabajo, entre otros. La segregación escolar es fruto de la segregación urbana. Siguiendo en la línea de entender la diversidad como una cuestión que afecta al total de la sociedad, no únicamente a quien no se ajusta a la norma, propuestas compensatorias como el desplazamiento con autobuses del alumnado extranjero para menguar la segregación son inadecuadas, porque se está actuando sin llegar a la raíz de la cuestión.
En aspectos de migración, muchas personas están en contra de la segregación, pero la mayoría de institutos también segregan internamente al alumnado por nivel, sobre todo en los últimos cursos de la ESO. Esta situación crea experiencias educativas desiguales para los y las alumnas, y sería interesante contrastar el porcentaje de alumnado extranjero o descendiente de familias migradas en los grupos de distintos niveles, para vincular una hipotética diferencia a la situación socioeconómica de las familias. En el imaginario colectivo, la diversidad suele asociarse casi automáticamente a experiencias migratorias y a personas racializadas, pero es un fenómeno que afecta a todo el mundo y toma diferentes formas en situaciones determinadas, incluso entre personas que se consideran de un mismo grupo social. Todas las personas somos iguales y diversas.
En este sentido, entendiendo la diversidad como transversal, se ha de gestionar de forma integral y se han de interseccionar diferentes agentes de socialización. Tal y como recogen las XI Jornadas de Consejos Escolares de Comunidades Autónomas y del Estado, “La atención a la diversidad exige una acción coordinada de los centros educativos y de las familias de los alumnos, tanto con finalidades informativas como de aplicación colaborativa en los procesos educativos” (2000, p.36).
En suma, para concluir este ensayo es acertada la síntesis que ofrecen Gratacós i Ugidos, cuando dicen que:
En la etapa obligatoria hace falta una escuela que reúna todos los estudiantes en la construcción de una cultura comuna y compartida que asegure la cohesión social y que fomente, a la vez, el progreso de cada niño y joven a partir de sus capacidades y destrezas hasta llegar a sus máximas posibilidades de excelencia (2011, p. 46).
Esta reflexión muestra la importancia de crear un relato común, un currículum escolar en el cual todo el mundo pueda identificarse y en que cada persona pueda aportar algo des de su experiencia personal, creando espacios de diálogo seguros. Los inputs no pueden confundirse con los outputs, con sentencias como “el alumnado inmigrado logra peores resultados”. Con un alumnado diverso, es responsabilidad del sistema adaptar lo que pasa en la caja negra para garantizar una igualdad de oportunidades para todo el alumnado.
Fuentes documentales
Carbonell, F. (coord.) (2000). Educació i immigració: Els reptes educatius de la diversitat cultural i l’exclusió social. Barcelona: Mediterrània. Recuperado de: https://usuaris.tinet.cat/mrpte/recursos/carbonell.pdf
Gratacós- Guillén, P. I Ugidos-Franco, P. (2011). Diversitat cultural i exclusió escolar. Dinàmiques educatives, relacions interpersonals i actituds del professorat. Fundació Jaume Bofill, Barcelona. Recuperado de: https://fundaciobofill.cat/uploads/docs/i/7/c/w/t/c/5/6/0/545.pdf
SA (2000). 21, L’atenció a la diversitat, l’escola intercultural. XI Jornades de Consells Escolars de Comunitats Autònomes i de l’Estat. Pamplona, Espanya. Recuperado de: http://consellescolarcat.gencat.cat/web/.content/consell_escolar/actuacions/3publicacions/publicacions_en_pdf/static_files/dossier21-atencio_a_la_diversitat.pdf
Sales-Ciges, A. (2020). Gestió de la diversitat cultural en contextos socioeducatius. Departament d’Educació, Universitat Jaume I. Recuperado de: https://portal.edu.gva.es/ceipcarlessalvadorvlc/wp-content/uploads/sites/310/2021/03/PADIE_provis_FEBRER-20_complet.pdf
Tarabini, A. (2018). Les paradoxes de l’atenció a la diversitat: una aproximació des de la justícia escolar. Revista Catalana de Pedagogia, [en línia], p. 153-75. Recuperado de: https://raco.cat/index.php/RevistaPedagogia/article/view/343182