Txus Pedrosa: "La perspectiva interseccional y transcultural es esencial en el acompañamiento a las mujeres víctimas de violencia machista"
La violencia machista se define por su carácter estructural, toma diferentes formas, tiene distintas capas y afecta de manera desigual a las mujeres. En la sociedad civil, en tanto que es diversa, hay un abanico realmente extenso de asimetrías sociales que condicionan el acceso a unas condiciones de vida dignas y afectan a la manera en qué se ejerce esta violencia.
Las políticas transnacionales, las crisis económicas, la precariedad de los trabajos feminizados, el edadismo o la criminalización son algunos de los casos que pueden resultar escenarios de violencia machista por afectar específicamente a las mujeres.
Hablamos sobre ello con Txus Pedrosa, coordinadora del Área de Mujeres de Bayt al-Thaqafa.
Antes de nada, situemos la cuestión. ¿Qué entendemos por violencia machista?
La violencia machista es un problema social con causas estructurales muy arraigadas a la cultura patriarcal que nos enmarca y condiciona. Es un fenómeno complejo, que se presenta bajo múltiples formas y a veces de forma concomitante. En acercarnos al análisis de estas violencias hay que añadir una lectura interseccional, que tenga en cuenta las desigualdades y vulnerabilidades que recaen sobre las mujeres.
En la Guía de abordaje a la violencia machista desde una perspectiva transcultural, que habéis editado, se advierte que la distinta distribución de privilegios, poder, acceso a derechos y discriminaciones por razón de género, condición socioeconómica y por el hecho de ser una persona migrada, racializada o de una cultura diferente a la hegemónica, afecta a la forma en qué se sufre la violencia. ¿De qué manera lo hace?
Estos factores interseccionan y determinan, de entrada, las formas y la gravedad de las acciones violentas. Pero también condicionan la dificultad a la hora de recuperarse, los obstáculos para encajar en el sistema de abordaje de las violencias -que no incluyen la mirada transcultural- y la doble exposición a las violencias, que son ejercidas por individuos e instituciones.
¿Qué dificultades habéis detectado que afrontan las mujeres para acceder al circuito de atención a las violencias?
Las mujeres migradas encuentran obstáculos en el desconocimiento de los recursos de ayuda y sus derechos, y también en las dificultades ligadas a su estatuto de inmigración. Algunas veces también tienen resistencia al acceder a los recursos que tienen a disposición, y además, a pesar de las estrategias desarrolladas en Cataluña para la correcta atención a las violencias, aún hay respuestas que reproducen la victimización secundaria o revictimización.
Una vez acceden a estos recursos, encuentran otra barrera en la falta de traducción. Pero por otro lado hay que tener en cuenta que los servicios de atención están especializados en abordar las violencias, pero no en extranjería o estrategias transculturales, haciendo que el caso se aborde a menudo de manera parcial. Los y las profesionales deben poder acercarse a la intervención con una mirada transcultural e intercultural, o bien que la persona traductora pueda aportar herramientas de mediación.
Y a la vez, las vulnerabilidades que todo ello genera se convierten en un arma a manos del agresor.
Si, se convierten en armas útiles para que continúen con el abuso y el ejercicio de las violencias. Hablamos, por ejemplo, del aislamiento, común en los casos de violencia machista, para reducir la confianza de la mujer y evitar que tenga apoyo externo. En el caso de las mujeres migradas, se agrava por el desconocimiento del territorio, la falta de una red de apoyo y la situación administrativa: si la mujer se encuentra en una situación irregular, por ejemplo, se encontrará con impedimentos para hacer formaciones regladas, moverse, encontrar trabajo, alquilar una vivienda… pudiendo generar una dependencia con el agresor y dificultando emprender un proyecto vital autónomo.
Esta dependencia está estrechamente vinculada a la violencia económica. En los casos de mujeres que han sido reagrupadas por su pareja, esto comporta a su vez dependencias legales y económicas. De otro lado, hay que tener en cuenta también que las mujeres sin permiso de residencia quedan excluidas de prestaciones sociales como la RAI, la RGC o el IMV, que las podrían ayudar en otras circunstancias. En este sentido, cabe destacar que solo un 8% de mujeres extranjeras se benefició de las prestaciones económicas previstas para la lucha contra la violencia machista, a pesar de que las mujeres migradas están sobrerrepresentadas en las estadísticas sobre violencia de género en España y representan un 33% del total de mujeres asesinadas en España entre 2003 y 2019, y un porcentaje similar en las cifras sobre denuncias de violencia de género.
Otra herramienta que usan los agresores para controlar y agredir a las mujeres es la violencia vicaria. El miedo se multiplica si las hijas o hijos están en el país de origen y las posibilidades de violentarlos están fuera del control judicial y el proceso que se desarrolla aquí.
La pobreza sobrevenida también puede contribuir a ello, ya que puede activarse la supervisión de la DGAIA y posteriormente retirarse la custodia por no poder garantizarse el cuidado de los niños.
¿Y qué creéis que hay que tener en cuenta para hacer frente a la violencia machista en mujeres migradas?
Desde Bayt, y a través de la guía, concretamos una serie de recomendaciones para que los profesionales y personas interesadas en la temática se las puedan apropiar. Creemos necesario deconstruir los mitos y prejuicios en torno a la problemática de la violencia machista con mujeres racializadas, así como generar espacios de diálogo basados en relaciones de confianza (no mixtas) con mujeres originarias de otras comunidades etnoculturales para trabajar la prevención. Hay que desarrollar también un trabajo en red entre entidades del sector e instituciones públicas, para favorecer el intercambio de conocimientos. A la hora de recuperarse de las violencias, el abordaje debe tener en cuenta como se ha formado la relación, que no siempre se produce des del amor romántico occidental. Se puede haber establecido, por ejemplo, por un acuerdo entre familias. En este sentido, pensamos que hacen falta muchas actividades y formación con perspectiva transcultural e interseccional, destinadas a profesionales del ámbito. Se deben aplicar enfoques y prácticas interseccionales y transculturales en el abordaje de las violencias machistas que permitan dar cuenta de las situaciones de opresión a las cuales pueden ser confrontadas las mujeres víctimas de violencia machista. Sería recomendable también que el Tercer Sector dispusiera de figuras de mediación intercultural con formación en violencia machista e incorporase la diversidad en los equipos. Siguiendo esta línea, deberían disponer de un banco de intérpretes formados en la cuestión. La violencia machista debe trabajarse desde una vertiente comunitaria, acercándonos a los y las líderes de las comunidades. Por lo tanto, también es recomendable favorecer el establecimiento de referentes comunitarias y buscar alianzas. Todo ello hay que hacerlo manteniendo siempre las mujeres resilientes de violencia machista en el centro.
A parte de la Guía, ¿qué programas tenéis al respeto?
Por un lado, Bayt al-Thaqafa somos entidad gestora de servicios sustitutorios del hogar de la Generalitat de Catalunya. Desde este proyecto, apoyamos y acompañamos a mujeres que están en proceso de recuperación de violencias machistas. También disponemos de recursos de alojamiento para mujeres en situación de vulnerabilidad y sus hijos e hijas.
Por otro lado, también ofrecemos los Espacios de mujeres, que son espacios de sororidad a partir de los cuales se trabajan temas de salud, de feminismo, de participación... A veces son espacios con otros pretextos, como por ejemplo el del aprendizaje del idioma: a partir de una necesidad se crean espacios donde tratar otras cuestiones.
En todos estos servicios se interviene desde una perspectiva de género y transcultural.